El estado de la juventud actual es cuanto menos pesimista. Pongamos un ejemplo: hace un par de día saltaba la sorpresa entre unos jóvenes de Twitter al enterarse de que Fernando Simón no era el ministro de sanidad, es decir, en plena pandemia mundial la junventud de nuestro país ni conoce la identidad del jefe de la sanidad española. Como este ejemplo podríamos poner otros muchos, así que luego no debería sorprendernos de lo que pasa en, por ejemplo, las elecciones: si la gente ni tan siquiera sabe quién les gobierna, como van a saber de historia, política o economía. Luego es normal que sean los discursos populistas los que acaben triunfando. Como decía el famoso historiador Santana “el pueblo que desconoce su historia está condenado a repetirla”, y por desgracia para nuestro país, estamos condenados a repetir fracaso tras fracaso. A un estrato juvenil cuya mayor preocupación es salir con los amigos o ir a la fiesta de turno, si alguien le presenta la idea de que ellos merecen lo mismo que una persona que lleva trabajando y/o estudiando prácticamente desde que nació pues claro que suena atractiva la idea, ¿no creen?
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Patriotismo y Nacionalismo. Reflexiones. I
Soy patriota? La respuesta es sencilla, sin lugar a dudas sí lo soy. Ahora que si me pregunta si soy nacionalista la respuesta se vuelve mucho más compleja, y podríamos estar disertando sobre ello horas, pero a grandes rasgos podríamos decir que si bien no me consideraría así, sí que comparto algunos rasgos de este.
La cuestión patriota es sencilla: amas a tú país? Sí. Deseas lo mejor para él? También.
La cuestión nacionalista es mucho más compleja. Po mal que pueda sonar, o por políticamente incorrecto que pueda llegar a ser, es un hecho que no todas las culturas y ordenes sociales son iguales: cuando los griegos ya construían maravillosas ciudades y monumentos los africanos vivían en cabañas de barro. La civilización griega nació, alcanzó su culmen, y se vio superada por las sucesivas civilizaciones que siguieron, grandes imperios se formaron, se alzaron y cayeron fruto de la tiranía del progreso. Y durante todo este tiempo estos pueblos, en el ejemplo que nos atañe, africanos, siguieron viviendo en las mismas chozas de barro, creyendo en las mismas divinidades prehistóricas y practicando la misma pseudociencia sin un ápice de progreso o innovación durante milenios. Así que no, no todas las sociedades, culturas o civilizaciones son igual de válidas, y si creer esto es ser nacionalista pues lo seré. Sin embargo no creo en el aislamiento de una nación, pues como nos han enseñado los recientes siglos, los grandes avances científicos y culturales se producen gracias a la colaboración de países, o en su defecto de científicos o personalidades de diferentes patrias. Cabe destacar aquí, que en contra de lo que se cree actualmente, este contacto es beneficioso únicamente cuando se produce entre naciones de importancia, categoría o potencia/producción intelectual compatible o semejante, es decir, un contacto beneficioso se produciría entre, por ejemplo, franceses y alemanes, o entre españoles e italianos, pero no entre, por ejemplo, daneses y senegaleses.
Identidad nacional. Reflexiones. I
Haya se el lector una vez empapado de la actualidad y realidad españolas comprenderá que hace tiempo que dejó eso de existir lo que los nostálgicos todavía recordamos con el nombre de nación. Puede que exista todavía, y eso es indiscutible, un suerte de patrón de conducta común a todos los españoles, una idiosincrasia o común razonamiento colectivo que nos hace afrontar los retos de la vida de una forma característica. Podemos reconocer también en nuestra sociedad ciertos rasgos culturales propios, mas los remanentes actuales de estos no dejan de ser vestigios de los códigos de conducta anteriormente mencionados.
Hace ya décadas que comenzó la inexorable degeneración y dilución de la paupérrima y escasa ya por entonces “identidad nacional española”. Fruto también de la perjudicial influencia externa, sobre todo en la visión romántica que todavía existía de la nación: la patria española pasó de ser un hogar, un refugio para todos los españoles de mundo, un punto fijo en nuestras vidas al que siempre poder agarrarnos, un recuerdo doloroso para aquellos que no podían retornar a ella; todo esto fue mutando en una especie de visión grotesca y atrasada (propia de Valle-Inclán) de lo propio. La patria ya no era el hogar en el que buscar refugio, sino el pozo de atraso del que huir. Los españoles ya no éramos ese pueblo aguerrido, dispuesto y valiente, si no unos seres acomplejados, tozudos, avariciosos e ignorantes que se regían por la codicia y por la tiña.